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La realidad médica y el ingreso a Medicina.

La formación programada de recursos humanos es una política universalmente adoptada en los países que piensan en su futuro. El número de profesionales es una variable necesaria a considerar al evaluar eficiencia en un sistema de salud.

La falta de profesionales médicos es un extremo tan obvio que no necesita demasiado argumentos. Esa situación imperaba en la Argentina a fines del siglo XIX y a principios del siglo pasado. La reforma universitaria en 1918 permitió el acceso gratuito a la Universidad Pública. El estímulo al ingreso beneficiaba a la Medicina del país, que en ese entonces estaba en manos de una elite de altos ingresos y de médicos extranjeros que cubrían las falencias de atención y enseñanza.

El exceso de profesionales médicos, en el otro extremo deteriora cualquier sistema de salud. Pensar que la eficiencia de ese sistema depende exclusivamente del número de médicos que la componen es un error tan grave como no tenerlo en cuenta. La distribución de los mismos, los recursos técnicos que implementan su labor son otras de las tantas variables imprescindibles a considerar. También lo es el tipo de médico que hace falta formar.

Es insensible quien no piensa en que se necesitan médicos en ciertos lugares despoblados del país, e ingenuo el que piensa que con más médicos se soluciona las Salud Publica en la Argentina.

La Universidad de Rosario es uno de los pocos ejemplos en el mundo en el que existe un ingreso irrestricto en medicina. Hasta hace poco con la vieja currícula se graduaba el 20 % de los que ingresaban, esto significaba que la Facultad terminaba expulsando al 80% de los ingresantes. No existe modelo similar al argentino, salvo el vigente en Uruguay. La misma Cuba, tiene su ingreso restringido a las demandas necesarias en Salud Pública.

La política de ingreso irrestricto en Medicina ha permitido en las últimas décadas una excesiva formación de recursos humanos, con un bajo nivel de conocimiento en las carreras de grado, que se traduce en una emisión de matriculados que por sus escasos conocimientos no están en condiciones de ejercer. Son médicos con título, sin que éste los acredite para una práctica adecuada. Esto puede equipararse a la emisión de moneda falsa. Siendo medicina una profesión de riesgo este hecho constituye un verdadero delito.

La excelencia que caracterizaba a la Facultad de Medicina de Rosario se ha perdido en función de la pérdida de las exigencias y la imposición de facilismos.

Un excesivo egreso supera la exigua cuota de formación de postgrado, resultado de ello, médicos sin formación adecuada son forzados a ingresar en el sistema de salud con el consiguiente deterioro en la eficiencia del mismo.

El drama del médico graduado no termina aquí ya que habiendo completado en el mejor de los casos una buena capacitación de postgrado, no tiene tampoco inserción laboral por la escasa oferta de trabajo saturada por la excesiva demanda.

Este escenario real es conocido por el gran universo médico en Argentina y muy en especial en nuestra ciudad. Desconocerlo o tratar de minimizarlos no se explica por ignorancia a tal evidente realidad, sino por la irresponsabilidad de los políticos de turno, a cargo tanto de la Salud Pública y de la Educación de la Nación, como de las autoridades de nuestra Universidad. Sorprendentemente nuestro Rector acaba de pronunciarse por el ingreso directo e irrestricto. Llamativamente el Colegio de Médicos de Rosario conoce este problema pero a evitado fijar posiciones al respecto. Aquí también se eluden a mi entender costos políticos.

Es difícil cambiar la actual situación cuando nuestra Facultad desde la reforma de 1983, tiene en su Consejo una representatividad con un número de 10 docentes, con 8 estudiantes, y un graduado y un no docente.

Este poder que tienen los votos del estudiantado, desproporcionado al de los académicos hace que decisiones claves entre otras como la reforma de currícula o que la planificación en el ingreso, esté supeditado a acuerdos que no son exclusivamente aquellos que convienen a una política universitaria que contemple necesidad y calidad.

Es aquí donde pesan las voluntades de los partidos políticos, que para no perder caudal electoral en la juventud, asienten en apoyar propuestas populistas de la dirigencia estudiantil. Esta responsabilidad de los partidos políticos con vieja tradición democrática en la historia universitaria como el Radical y el Socialista, es la que los docentes reclamamos cuando pretendemos defender lo académico.

Ha sido también responsabilidad de todos los docentes de Medicina el no haber podido, no haber sabido o no haber podido defender el nivel académico. Por comparación otras facultades como Agrarias, Ingeniería, Bioquímica y Abogacía lo han hecho y por contraste el comportamiento de las agrupaciones estudiantiles mayoritarias es completamente diferente al que vivimos actualmente en Medicina.

La calidad en la formación médica adecuada a inexistentes programas de salud deben con urgencia ser implementados. Esto es bueno para la sociedad, que es quien en definitiva paga la educación medica, capacitando profesionales útiles y competentes para el ejercicio de una profesión de riesgo como es Medicina. Es bueno para el médico ya que con su mejor formación y en un número acorde a su inserción laboral no tiene que deambular mendigando trabajo con el temor de frustrarse después de años de estudio y sacrificio. Finalmente, es bueno para la universidad, que asume la responsabilidad de los egresados que forma, graduando profesionales que prestigian la institución que los educa.

La racionalización de una política de estado en la formación de recursos humanos en medicina ha sido un tema postergado por décadas. En un país que vive en la coyuntura y sin programación, la urgencia posterga a lo importante, confundiendo prioridades.

El postergar por años implementar lo importante nos lleva a la crisis que hoy vivimos.

Hugo Tanno
Profesor Titular de Gastroenterología
Director de la Carrera de Post Grado en Gastroenterología
Facultad de Medicina de la U.N.R.